El complot para envenenar a Lula
- Juan Paullier
- 20 nov 2024
- 3 Min. de lectura
La policía brasileña anunció que detuvo ayer a cinco personas, entre ellas un miembro del gobierno del expresidente Jair Bolsonaro, sospechosas de estar implicadas en un plan para matar al entonces presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva en 2022.
Según la investigación, también planearon matar al vicepresidente Geraldo Alckmin y al actual juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes. quien en su momento presidía el Tribunal Superior Electoral (TSE).
El plan “Puñal Verde y Amarillo” se iba a ejecutar el 15 de diciembre de 2022 y el objetivo era dar un golpe de Estado para mantener en el poder al presidente Jair Bolsonaro.
Los cuatro militares fueron detenidos en Río de Janeiro. Uno de los arrestados era el general de brigada retirado Mario Fernandes, que antes trabajó como secretario ejecutivo de Bolsonaro.
En octubre de 2022, Lula ganó las elecciones, Bolsonaro evitó conceder públicamente su derrota. En los días y semanas posteriores, se reportaron reuniones y supuestas discusiones entre aliados de Bolsonaro sobre estrategias para deslegitimar el resultado electoral, lo que incluía teorías de fraude y llamados a la intervención militar.
Estos planes culminaron en los acontecimientos del 8 de enero de 2023, cuando miles de simpatizantes bolsonaristas (hicieron su propia versión del asalto al Capitolio en Washington el 6 de enero dos años antes) y asaltaron las sedes de los tres poderes en Brasilia: el Congreso, el Palacio de Planalto (sede del Ejecutivo) y la Corte Suprema.
Hay ciertos detalles que evidencian lo avanzado que estaba el plan:
Mensajes en los que se habla de la posibilidad de envenenar a Lula.
Un documento impreso en el propio Palacio de Planalto detalla incluso las armas que se utilizarían.
Un agente de la PF, que trabajó en el equipo de seguridad del presidente electo, compartió información con el grupo sobre los movimientos de Lula.
En un mensaje, uno de los militares asegura que el entonces presidente aprobó el golpe y fijó un plazo para su ejecución.
Bolsonaro no habló ayer. Pero sí lo hizo uno de sus hijos. El senador Flavio Bolsonaro aseguró que la idea de matar a alguien “por repugnante que sea, no es un delito” sin su materialización.
Para el ministro de Defensa, José Mucio, el operativo podría demostrar que los eventuales crímenes fueron cometidos por “un grupo aislado”. “Quiero que se aclare todo para quitar la niebla de sospecha de las Fuerzas Armadas”.
Más allá de consideraciones políticas, todo este episodio y las detenciones de ayer ensombrecen una vez más la situación de la democracia en Brasil en un contexto de polarización extrema.
Las últimas revelaciones dejan cada vez más clara la intención de Bolsonaro y aliados de evitar que Lula volviera al poder. Sin embargo, encontrar evidencias concretas del rol específico de Bolsonaro puede ser otra historia.
Desde la planificación de un golpe, el intento de asesinato de Lula y el asalto del 8 de enero, el objetivo era desconocer el resultado de lo que habían elegido los brasileños unos meses antes.
Habrá quien lo minimice, habrá quien diga que no parecía un plan serio, que quizá un grupo de militares sin conocimiento del presidente Bolsonaro, habrá quien justifique lo injustificable también, como suele ocurrir, pero Brasil estuvo demasiado cerca de un sufrir un golpe de Estado.
Bolsonaro ya está inhabilitado para ejercer cargos públicos. Esto lo aleja todavía más, y en todo caso, lo acerca a la cárcel.
Brasil y los militares tienen una historia reciente complicada. Un tercio del gabinete (un nostálgico de la dictadura que empezó en 1964 y terminó en 1985) eran militares o habían pasado por las Fuerzas Armadas, además que ocupaban otros puestos clave en el gobierno.
Fueron generales los que propiciaron el ascenso político de Bolsonaro, un militar de tercer orden, un político excéntrico que terminó en la Presidencia y, además, como uno de los líderes efímeros del trumpismo global. El bolsonarismo, sin embargo, no ha desaparecido.
Hace algunas semanas en las elecciones municipales se registró una caída de la izquierda y el ascenso de la derecha. Una derecha que tendrá que sacar a relucir y a explicitar sus credenciales democráticas y distanciarse de toda esta maraña de hechos preocupantes.
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