A un año del ataque del 7 de octubre: Israel y las heridas abiertas del conflicto
- Juan Paullier
- 7 oct 2024
- 5 Min. de lectura
Israel recuerda hoy a las víctimas del ataque terrorista del 7 de octubre del año pasado que dejó más de 1.200 muertos. Un día en el que grupo terrorista Hamás también secuestró a más de 250 personas, 100 de las cuales todavía están retenidas, se presume que al menos la mitad con vida.
Hoy se cumple el primer aniversario:
del mayor ataque contra Israel
del principal golpe contra los judíos desde el Holocausto
del comienzo del enfrentamiento más letal entre israelíes y palestinos
y del más largo entre israelíes y árabes.
Un conflicto con muchas aristas, un conflicto espinoso, donde los matices son esquivos, con impacto global, pero que también tiene su costado local porque el tema de israelíes y palestinos se cuela por diversos lugares y, muchas veces, termina sumándose a la lista de diferencias de unos y otros, a nivel político y a social en general.
El primer aniversario llega mientras Israel sigue atacando Líbano, Hezbolá sigue tirando cohetes, Hamás hace lo mismo y se espera por la respuesta de Israel al ataque de Irán de la semana pasada.
Un año es un tiempo prudencial, pero también puede ser poco para entender el impacto que tiene un trauma de este tipo, porque el salvaje acto terrorista de Hamás conmocionó a un país y a los judíos en general.
¿Cómo cambió Israel?
Hoy es un país con más miedo, más sensación de aislamiento y de que el resto del mundo no los entiende.
Hay una tensión creciente entre ser aceptado por los demás y hacer lo necesario para disuadir a sus adversarios en la región.
Existe un apoyo abrumador a las acciones militares, aunque en Israel no se ve el impacto que tienen a nivel humano en Gaza y en Líbano.
Y también, además de una mayor preocupación por el aumento del antisemitismo, hay más polarización sobre la cuestión de los rehenes entre los que quieren priorizar la "victoria total" y los que entienden que lo primero debería ser rescatarlos.
El ataque
Quedan muchas preguntas sobre el ataque en sí. No hay una investigación oficial. Al menos, no es pública.
Vulneró algo muy preciado como la sensación de seguridad que tenían los israelíes. La sensación de que las Fuerzas Armadas los iban a proteger de lo que fuera. El ataque, además de estar muy bien planificado, reveló una complacencia y un descuido inesperados para un país como Israel. Y una vez ocurrió, las Fuerzas Armadas tardaron horas en reaccionar. Esa es una de las cosas que se le achaca al primer ministro, Benjamin Netanyahu.
La cantidad le ganó a la calidad. En ese momento, cuando Hamás se metió en Israel con casi 3.000 terroristas, lo desbordaron. Fueron horas de caos, desconcierto y sangre. Todo salió de la cabeza de un hombre, del líder de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar. Tiene 62 años. Nació en un campo de refugiados en la franja y estuvo 22 años preso en una cárcel israelí.
Su principal delito: matar palestinos. Lideraba un escuadrón que ejecutaba a colaboradores con Israel. Se lo conoce como “El carnicero de Khan Younis”. Sinwar salió en libertad en 2011 como parte de un intercambio de prisioneros. Israel liberó a más de 1.000 palestinos a cambio de un soldado: Gilad Shalit, que había estado cinco años secuestrado por terroristas palestinos.
La situación en Gaza
Israel no permite el ingreso de periodistas a Gaza por lo cual la información que sale de ahí es limitada y parcial. Israel asegura haber matado a casi 20.000 terroristas de Hamás, mientras que la ONU considera que ya murieron más de 40.000 personas en el conflicto. Por lo cual, se estima que murieron 20.000 civiles, la mayoría mujeres y niños.
Hay una diferencia con Hamás, los terroristas sí buscan deliberadamente atacar civiles. No distinguen. Israel dice: No atacamos a civiles. Hacemos todo lo posible para evitar víctimas de ese tipo. Hace unos meses, el 94% de los judíos israelíes consideraban que sus militares estaban usando la fuerza adecuada o muy poca en Gaza. Mucha gente alrededor del mundo no lo ve así.
Para los israelíes, el 7 de octubre justifica todo lo que ha sucedido desde entonces, pero el 6 de octubre tenían una falsa sensación de seguridad y normalidad. A tal punto que podían organizar un festival de música a unos pocos kilómetros de la franja de Gaza, un territorio que es una especie de cárcel al aire libre de 40 kilómetros de largo, de 25 de ancho, donde sobreviven casi 2 millones y medio de personas, donde Israel y Egipto (siempre nos olvidamos de Egipto) controlan quién sale, cuándo y cómo.
La lucha por el alma de Israel
Israel está en guerra, tiene varios frentes abiertos, y quizá el conflicto que más le cueste dilucidar es el conflicto consigo mismo.
Hay, de cierta manera, una batalla por el alma de Israel. Por el tipo de país, de Estado, de modelo de convivencia que quiere para sí Israel.
La victoria militar es mucho más sencilla. Israel nunca perdió una guerra y no la va a perder porque es una potencia militar y porque su principal aliado es la principal potencia del mundo.
Pero ¿cómo se traducen esas victorias militares en una victoria política y estratégica de largo plazo?
Lo militar, sin sacarle importancia ni mucho menos, pasa a un segundo plano. Es lógico que le prestemos atención a los misiles que caen, los cohetes que se interceptan, las balas que matan, y está bien que contemos. Que contemos esos números. También que contemos las vidas que se van perdiendo. Y que contemos historias de esas vidas que se pierden y la historia de cómo se llega a todo esto porque el riesgo vuelto realidad es que nos deshumanicemos, que seamos indiferentes, impasibles, insensibles a lo principal, a lo que está de fondo: esto es un drama humano.
Sí, es un conflicto geopolítico, sí es una lucha por poder y por tierra. Es un conflicto religioso e histórico, pero también es local, regional y global. Todo se origina en una cuestión estratégica. Esto importa por el lugar en el mundo: un lugar donde se conectan Europa, Asia y África. Una zona anhelada por las grandes potencias imperiales. Un lugar que es el origen de las tres principales religiones monoteístas: el cristianismo, el islam y el judaísmo. Una región con petróleo.
Nada sucede de manera aislada, y eso se aplica para todo, especialmente en Medio Oriente. No hay que desconocer el rol de las divisiones dentro del islam, de las luchas de poder entre sunitas y chiitas, ni de que de los más de 20 países que no reconocen la existencia del Estado de Israel, nueve están en Medio Oriente, y que algunos de ellos tienen el objetivo de borrar a Israel del mapa.
No hay que olvidarse de cómo el ataque del 7 de octubre hizo revivir, sacar todavía más a la superficie y multiplicar el antisemitismo, sin duda, pero también la islamofobia.
El judío es un pueblo resistente. Lo ha demostrado a lo largo de la historia. No hay otro pueblo que haya sostenido tanto tiempo, milenios, una relación tan especial con un lugar. Tiene un dilema sin resolver que se acentuó desde el 7 de octubre: cómo convivir con el vecino. Cuando geografía, historia, política y religión confluyen de manera tóxica, ¿cómo se llega a un acuerdo?
La realidad no es satisfactoria para las partes. Nada indica que lo que se está haciendo las vaya a acercar.
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